Cuando uno busca Sierra de Aracena en google, o Parque Natural Sierra de Aracena,
encontramos un montón de sitios web que nos explican y nos describen con deleitamiento
las maravillas de esta comarca singular, además de una oferta espléndida de alquileres sin
regular. Solo si uno se dedica a apartar la maleza adjetival y turística y escarba un poco,
aparecen datos como que tan solo el 2% de las 186.000 hectáreas que ocupa el
Parque, es público. O lo que es lo mismo, el 98%, más de 182.000ha, están en manos
privadas. Y esto tiene unas consecuencias directas e importantes sobre la economía –y
muchas otras esferas– de la comarca, a tenor de la capacidad productiva de las fincas, los
emprendimientos y las inversiones de sus propietarios, sus intereses para estas parcelas,
etc. Si nos damos una vuelta por cualquier zona de la Sierra de Aracena, por muchas
zonas, a buen seguro encontraremos castañares viejos y enfermos cuyos escasos frutos
no renta coger, olivares completamente abandonados, fincas que se alquilan una vez al
año para la caza deportiva, huertas yermas, alcornocales destinados exclusivamente a la
'saca' del corcho, una vez cada 9 años.
Ya no existen en esta comarca las tierras comunales, que antes sí hubo y aún hay en
diferentes zonas de España. Aquí, la avaricia y el expolio de lo público con el
acaparamiento de tierras por parte de los potentados y señoritos –una aspiración en boga
todavía hoy– acabó con ellas. Y si es preciso, en ese acaparar se cortan caminos y veredas
antiquísimas, e incluso cauces fluviales, que son inalienables y además, un patrimonio
natural, cultural e histórico de todas las personas. Porque ahora, lo que se lleva son los
nuevos propietarios terratenientes que han cambiado el modelo de explotación ganadera
tradicional por un uso cinegético y lúdico de lujo. Para una mayor contextualización que
aquí no procede, el artículo 'El patrimonio como derecho'.
Los ayuntamientos serranos tampoco poseen tierras municipales en las que podrían poner
en marcha programas, como iniciativas de tipo socio-laboral, o cesiones temporales a
familias que vengan a vivir a nuestros pueblos, o proyectos de formación agroecológica, o
estudios e investigaciones sobre agroalimentación, silvicultura...
Necesitamos repensar estos modelos, con el fin de que las únicas opciones no sean la
subvención de la PAC, por ejemplo, –guiada por criterios que nada tienen que ver con la
productividad, y que luego nada repercuten en ella, claro– o la venta de estas fincas a
un postor, turista, acaudalado y embelesado. Estos procederes están condicionando
gravemente la vida en el campo: muchas fincas e inmuebles son recursos abandonados
que paradójicamente acaban a unos precios desorbitados para el común de los mortales.
Y todo esto a la misma vez que el mundo rural se muere por el abandono de sus
habitantes.
Y es que el acceso a la tierra, o mejor dicho, la dificultad para acceder a ella, es la causa
principal de la falta de relevo generacional en el campo. Así lo asegura el estudio
que ha realizado el Grupo Focal de Acceso a la Tierra (GFAT) del Ministerio de Agricultura,
Pesca y Alimentación, denominado 'Estudio sobre el acceso a la tierra' y editado este año
2021. Algunas de las soluciones que se apuntan en esta investigación pasan por
establecer normativas de protección sobre el suelo agrario útil (y no solo sobre el suelo
urbano y forestal); favorecer el acceso al crédito en función del aprovechamiento del suelo
frente al desuso, el abandono o un uso técnicamente indebido; la transparencia en el
mercado; medidas para incrementar el arrendamiento con opción a compra; los bancos de
tierra; y cómo no, la formación. Además podemos, a nivel local, reparar los caminos y
accesos a fincas, reconstruir y mantener los sistemas de regadío tradicionales (lievas),
acondicionar los senderos, reinvertir en los frutales... Pero también crear obradores de uso
colectivo para acceder a un registro sanitario, favorecer y fomentar los mercados locales,
aprovechar las muchas infraestructuras abandonas, educar y sensibilizar en temas de
sostenibilidad, apoyar desde las políticas públicas la agroecología (más allá de la golosina
de una subvención), apostar con imaginación por el uso de las fincas, antes que permitir
su abandono. Perder el miedo.
Sin catastrofismos, al menos por ahora, este es un resumen parcial de la situación de la
Sierra de Aracena, cuyo destino es incierto si revisamos algunas de las amenazas que la
asedian, como el calentamiento global y la escasez de lluvias, la despoblación, las
enfermedades de la seca de la encina y el chancro del castaño, el descontrolado desarrollo
turístico, la inviabilidad de la producción hortofrutícola, etc. Y para revertir, o al menos
reflexionar sobre estas dinámicas –apuntemos alto–, se está desarrollando desde finales
del año 2020 el proyecto Inspira Territorio. Lo hace desde una actitud constructiva y
positiva que no excluye ni señala a nadie. Lo hace con la firme pretensión de que
volvamos a poner en valor los productos y riquezas que la Sierra posee. Y eso solo se
consigue si entre todas nos creemos, en este asunto, que es mejor poner estas tierras a
producir, directa o indirectamente, que dejarlas abandonadas; que a la larga es más
rentable ceder el uso en unas condiciones aceptables; que todos salimos ganando con una
Sierra más rica y productiva; que es mejor, en definitiva, apostar por la agroecología para
un desarrollo equilibrado e igualitario de esta comarca.
Dani López García
Miembro de la asociación Los Pies en la Tierra
Coordinador de Inspira Territorio