Las comunidades energéticas van a hacer posible que la ciudadanía juegue un papel específico en la gestión de instalaciones de autoconsumo compartido, y que la energía sea un sector estratégico de desarrollo rural y de empoderamiento ciudadano.
Pero ganar en soberanía energética debe tener como fin último no sólo potenciar la gestión social de un recurso básico, y ganar terreno al oligopolio energético. También debe contribuir a generar comunidades locales de aprendizaje que sean capaces de dar respuesta, desde la construcción participada de conocimiento y los saberes prácticos locales, a las necesidades energéticas de los territorios en un contexto de crisis ecológica y social.